por Adriana Laión
Analista Miembro de la EOL- AMP
Responsable Nueva Red CEREDA Argentina
Córdoba
Lacan reconfiguró el discurso analítico para abordar estas nuevas formas de
familia. La “Nota sobre el niño” de 1969 es un breve y significativo texto en el
que sitúa a la familia como residuo. Allí nos dice Eric Laurent ¹ que Lacan ubica
a la familia como real en tensión con el Padre como simbólico.
Lo real de la familia se encuentra en la particularidad de la función del padre y
de la madre, o sea, en lo que determina en cada uno el modo de goce con el
que van a realizar su función. Este residuo es la madre de los cuidados, que
lleva la marca de un interés particularizado. El padre, el vector de una
encarnación de la Ley en el deseo. El padre, siendo el portador de un deseo
hacia esa mujer, conjuga la Ley y la prohibición al mismo tiempo que el deseo,
porque él desea a esa mujer. La madre es entonces el vector en el fracaso y el
padre, el vector de la Ley en el deseo del Otro.
La parentalidad
El texto de M. H. Brousse Un neologismo de la actualidad: la parentalidad ²
produce una lectura más a la altura de nuestra época que la “Nota sobre el
niño”, ubica una simetría y una igualdad entre el padre y la madre en lo que concierne al orden familiar. Hay borramiento entre funciones que antes estaban
diferenciadas. La parentalidad inscribe una similitud y una equivalencia donde
antes había relación. Se hace así evidente el axioma lacaniano de “no hay
relación sexual”.
Más allá del borramiento de la diferencia entre la función paterna y la función
materna, y de la intercambiabilidad de la autoridad y los cuidados, es la
diferencia hombre-mujer lo que también se ha tocado. Al lugar de la diferencia
sexual y de la ficción de la relación que engendraría viene a sustituirse “lo
mismo” y la equivalencia.
La familia (parent) es entonces ella misma una función que viene a reemplazar
al padre y a la madre borrando el resto real que aseguraba la diferencia. Lo real
de la reproducción se encuentra separado de lo simbólico de la filiación. Para
que sea una familia parental es necesario el objeto niño en su doble estatuto
objeto a y sujeto de derecho.
M. H. Brousse dice que en esos términos, la parentalidad tiende a anular la
diferencia que Lacan ubicaba en el Seminario RSI, donde situaba un circuito
diferente de la relación de respeto y amor de un hijo con su padre que pasa por
hacer de una mujer el objeto a causa de su deseo.
La perè-versión
Quiero poner a conversar el texto de M.H. Brousse con la última conferencia de
Eric Laurent en la UBA ³ , donde ubica la parentalidad como lo real de la familia y
la función del padre como síntoma, instrumento, para tratar el goce mortífero en
el que puede estar inmerso un hijo.
Eric Laurent da todo su lugar a la enunciación de Lacan en el Seminario RSI,
ubicando a la perè-versión paterna a nivel de la particularidad de su goce, de
su síntoma, que haga de una mujer única, el objeto a que causa su deseo. Así
el padre va a lograr el respeto y el amor de sus hijos. Nos dice que es el padre
que encarna el modelo de una función que permite a sus hijos una relación
fiable con el goce.
Laurent sitúa que no se trata de pasar del padre, sino de ubicar al padre en su
existencia particular, insiste: no ideal, ni verdadera, ni universal. Es el padre
que en acto da acceso a lo real del goce en juego y señala su papel en las
familias ensambladas. ¿Cómo alcanza lo real del goce? Con su carisma, es
cada uno el que lo puede o no tener, para lo positivo o lo negativo. Si no es el
padre de la familia, se encontrará alguien que impacte a la familia. No es
necesario que sea el padre carnal.
Mi práctica me permite inferir que hoy asistimos a lo que ubico como una
ausencia o declinación de la respuesta perversa, como causa del impasse que
viene sufriendo la posición masculina y el empoderamiento del lugar de la
mujer en la civilización. Es en ese punto que me interesa destacar la
advertencia de Laurent de las consecuencias que produce en el niño, un efecto
psicotizante, distinguiéndolo de la psicosis en general. La presencia de niños
enloquecidos la escuchamos cada vez más en nuestras consultas, la función
del analista encarnando un deseo y localizando un síntoma es fundamental
como instrumento de broche en estos casos.
Para concluir
Lacan decía en la “Nota sobre el niño” que la constitución subjetiva depende de
un deseo que no sea anónimo. Según lo que he desarrollado, la función del
deseo deja lugar en muchos casos a la función de los modos de goce
particulares de cada uno de los padres con las consecuencias en la
subjetividad de sus hijos.
Laurent destacaba la perversión paterna y, particularmente en el carisma, la
función paradigmática de lo que hace padre en la configuración de los goces de
hoy. Sabemos que cualquier parlêtre puede ejercer esa función, es más, se
sabe hoy que es menos el padre carnal, aquel del que la mujer tuvo un hijo
contingentemente, y más el que el niño adopta o elige.
Los nuevos síntomas de los niños que Laurent describe muy bien son los que
leemos en nuestros consultorios a diario. Estos síntomas se refieren a un modo
de goce adictivo, en el que se pone de manifiesto el reforzamiento de los
circuitos pulsionales, y tienen como particularidad que no llaman a ser interpretados. El niño actual no cree en la existencia del Otro, desnuda
permanentemente los semblantes denunciando lo real en juego.
Es entonces una apuesta para los analistas que trabajamos con niños ser el
instrumento del que el niño se sirva, tomar seriamente su decir, respetar su
sufrimiento y acompañarlo en la lectura y el tratamiento de su síntoma y su
fantasma.
¹ Laurent, Eric. Las nuevas inscripciones del sufrimiento del niño, Revista Enlaces 12. Buenos Aires, 2007.
² Brousse, M. H. Un neologismo de la actualidad: la parentalidad, Revista Enlaces 11. Buenos Aires, 2006.
³ https://www.youtube.com/watch?v=j-Y89V6ofHo