UN BUEN LUGAR

por Mónica Robert
Especializando. Cohorte 2020
Curso de Especialización en Psicología Clínica de Orientación Psicoanalítica de ACEP en convenio con el Colegio de Psicólogos de Mendoza

“¡Usted debe dejar de dar vueltas y hacerse cargo de su deseo!” sentenció mi analista… Horas más tarde me inscribía en el Curso de Especialización en Psicología Clínica de Orientación Psicoanalítica. Primera cohorte. Colegio de Psicólogos Mendoza y Asociación Cuyana de Estudios Psicoanalíticos. ¿Qué puedo decir, qué puedo escribir, acerca de mi recorrido? ¿Por dónde empezar?

¿Comenzaré por aquella docente, cuya transmisión del psicoanálisis contagió el amor a la práctica y a la profesión con una fuerza infinita? ¿O por esa otra analista que renovó mi deseo de formación y control? ¿Escribiré sobre quién nos enseñó la teoría con una frescura envidiable? ¿O acerca de aquel profesor que convertía, durante sus clases, lo indescifrable en lectura posible? ¿Describiré las materias que más me gustaron? ¿La experiencia de mis prácticas? ¿Qué escribir? Y buscando la respuesta a mis preguntas, nació este texto que ofrezco a un interrogante mayor: ¿Dónde estuviste?

Debo decir, en honor a quienes han construido con tanto deseo este curso de especialización, que estuve en un buen lugar. Sobre esto escribiré: sobre mi lugar. Lugar que fue mutando en su recorrido y en el tiempo y que, quizás, fue varios en uno. El primero de ellos es el de estudiante. Habían pasado algunos años desde mi último curso de formación, más de los que hubiera querido, así que los viernes y sábados de fin de mes, durante los últimos dos años, fueron esperados con el mismo entusiasmo que tuvo aquella estudiante que fui en la universidad. Y hubo que estudiar. Esta vez distinto. Mi antigua posición de “sólo sé que no sé nada” ha cambiado un poco, sé algunas cosas, pero otras tuve que volver a estudiarlas. O estudiarlas por primera vez. Volví a leer…y mucho.

Hay un lugar que se fue construyendo en el camino y es el de “practicante de psicoanálisis”. Durante el curso me pasaba algo muy singular: cada semana de cursado yo me sentía mejor practicante. Jugaba con eso. Al inicio sucedía espontáneamente, pero después lo fui sosteniendo. Formarme tenía su efecto: me permitía una escucha más aguda y una posición de analista más delicada. Lo sigue siendo. Lo singular se convirtió en plural cuando, al compartir esa experiencia con algunos, supe que no era a la única a quien le ocurría. La idea de “practicante” lleva consigo un movimiento y una ética. Y es un nombre más propio que otros nombres. Y un lugar: uno bueno.

Otro lugar particularmente significativo: es el de compañera y de amiga. Solemos decir con mis colegas y compañeras de cursado, que lo más lindo de nuestra especialización fue habernos encontrado. A ellas dedico estas letras: a las que almorzaron conmigo cada sábado, con las que he reído como si tuviera quince años. Ellas. Las que me prestaron sus libros, sus apuntes, su tiempo para leer juntas o controlar un caso clínico. Las que se convirtieron en hermanas por amor al psicoanálisis, a la formación y al lazo que nos posibilita. A las que me empujaron a terminar la especialización, cuando ya no pude más. A ellas: con quienes compartí las prácticas y los controles. Y por quienes hoy puedo escribir esto que escribo, porque me sostuvieron para que llegara hasta el final.

Este lugar es un rasgo de la especialización, suelo pensar. Sus docentes se conocen, se quieren, se sostienen… he podido ver el guiño, la mirada amiga, la complicidad… que se transmite.

Un último lugar, un cuarto lugar, es el del uno por uno. Y es un lugar que se habita al producir. En cada trabajo, en cada caso clínico presentado, en cada interrogante. En cada clase… en cada estilo… de cada profesor. Uno por uno. Incluso el tiempo y modo de cursar que impuso la época, fue singular y pudo sostenerse a pesar de los pesares tecnológicos y de los otros. […] Sólo el amor permite al goce condescender al deseo. ¹ Puedo decir, en este sentido, que estuve en un buen lugar… a partir del amor, amor como acontecimiento, un amor no- todo que posibilitó mi deseo y acotó aquel goce de dar vueltas en el mismo punto. Hoy puedo decir que bailo, hago giros de baile, entre letras, seminarios y clases grabadas de mi especialización. Buenos lugares, aún.


¹ LACAN, J., El Seminario, Libro 10, La angustia (1962-1963). Buenos Aires. Ed Paidós. Año 2015. Pág 194.