Técnicamente, en formación

por Hilen Páez Flores
Grupo en Formación Catamarca – IOM2

Poder decir exactamente donde estuve en nuestras últimas Jornadas Regionales
no es hablar de mi ubicación, sino de lo que allí pude ubicar. La simultaneidad de
mesas, las imperdibles conferencias plenarias y presentaciones pusieron en
movimiento y en un jubiloso ajetreo a los presentes. ¿A qué vamos a las jornadas?
¿Por qué recorremos cientos de kilómetros? Una repuesta sencilla es por
formación. La sencillez está en el punto de partida, no en el trayecto, por ello me
detendré en una de las sutiles propuestas de la mesa «Formación del analista:
psicoanálisis puro y aplicado. Las psicoterapias». Me refiero a lo expuesto por
Ernesto Derezensky en Desaprender lo aprendido. A modo de una cinta
reproducible al presionar play, recuerdo la referencia a las responsabilidades y los
deberes del analista; una primera premisa: entender que la práctica del
psicoanálisis tiene que permitir que éste no sea reducido a una psicoterapia, en
ello están implícitas una táctica, una estrategia y una política.

Aprender a no ejercer el poder que la transferencia otorga es la estrategia y las
balizas de la práctica; sostener el desdoblamiento, como mencionó Lacan en “La
dirección de la cura y sus principios de poder”, apartándonos del camino de la
sensatez y el sentido común. El sentido común es el sentido sexual y nuestra
práctica se basa en que no hay relación sexual.

La formación no es una pedagogía, porque el saber no está armado de antemano.
Un analista debería estar interrogándose sobre su acción antes que intentar
ubicar una definición que lo abarque; es posible pensar que la ética consiste en
establecer un juicio sobre las acciones, siendo la medida de las acciones, el deseo
del analista.

El deseo tiene una dignidad epistémica extensa, es en torno a lo que gira nuestro
quehacer, pues —así como no se camina por los caminos de la sensatez, tampoco del bien— el psicoanálisis no se propone como un remedio social para
suturar la grieta o librarnos de ese Real; va en dirección a la subversión operada
por el análisis a promover una relación del sujeto con su falta, con el deseo a partir
del acto analítico. El psicoanálisis dista de ser una psicoterapia o reducirse a ella,
se trata de un discurso, de una ética y una política, la del deseo.