POLVO DE VERBO, Y A SEGUIR

por Carolina Koretzky
AP ECF- AMP
Paris

En esto precisamente Freud se abrió camino. Él pensó que nada más que sueño, y que todo el mundo (si es lícita semejante expresión), todo el mundo es loco, es decir delirante.1

¿Por qué Lacan sostiene aquí que para Freud “nada es más que sueño”? Esto es sorprendente, Freud, muy tempranamente en su obra demostró, a través del fenómeno clínico del sueño de angustia y del sueño traumático, cómo estas irrupciones vuelven inútil toda oposición entre el sueño y lo real; estos fenómenos de ruptura muestran más bien aquello que en el seno mismo del sueño no duerme: agujero, brecha, fisura. Sin embargo, aquí el acento está puesto en el “eso sueña” generalizado, sueño y delirio son equivalentes, hechos de la misma trama: aquella sostenida por la articulación entre significantes en una misma cadena, S2. […] el lenguaje es un efecto de lo siguiente: de que hay significante Uno. Pero el saber no es la misma cosa. El saber es la consecuencia de que hay otro. Con lo cual hacen dos, en apariencia.

Porque este segundo obtiene su estatuto, justamente, del hecho de que no tiene ninguna relación con el primero, de que no forman cadena2. ¿La equivalencia entre el sueño y el delirio borra toda idea de normalidad, ya que este delirio no es un fenómeno patológico sino una locura universal, nuestra locura, la de todos…la locura que nos empuja a qué? A producir S2, a articular un saber a partir de significantes solos. En los últimos años de su enseñanza, Lacan puso en cuestión de manera radical la relación necesaria entre los significantes. La idea misma de cadena significante es puesta en cuestión en su fundamento, ya que, a partir del momento en que lo real y el saber están radicalmente disjuntos, desde el momento en que entre un significante y el siguiente no hay ninguna ley a priori que funde esta conexión, la búsqueda analítica de estos S1 produce una orientación anti-delirante, anti-lazo, anti- histórica. Y es sin embargo una orientación que se funda sobre un imposible, ya que pasamos nuestro tiempo soñando…

Lo innombrable de Beckett, ese monólogo interior, ininterrumpido, incesante e interminable donde, a través de una voz neutra Beckett testimonia justamente de este delirio colectivo que son nuestras historias para, al final, constatar, en las últimas páginas de la novela, que no hay ninguna salida posible, que el despertar de este sueño es un imposible:

[…] inútil contarse cuentos, para pasar el tiempo, los cuentos no hacen pasar el tiempo, nada lo hace pasar, eso no hace nada, resulta que se cuentan cuentos, después se cuenta cualquier cosa, diciendo: «Esto ya no son cuentos», cuando en realidad siguen siendo cuentos, o, mejor, no ha habido nunca cuentos, eso ha sido siempre cualquier cosa, siempre se ha contado cualquier cosa, desde los más lejanos tiempos que se recuerdan[…] imposible pararlos, imposible pararse, soy palabras, estoy hecho de palabras, de palabras de los demás […] soy todas esas palabras, todas esas extrañas palabras, este polvo de verbo, sin suelo en el que posarse, sin cielo en el que disiparse, reuniéndose para decir, huyéndose para decir, que yo las soy todas, las que se unen, las que se separan, las que se ignoran3.

Es precisamente por esta razón, que Maurice Blanchot, en su comentario de la novela beckettiana, piensa que estamos en presencia del libro que más ha logrado acercarse al “movimiento de donde vienen todos los libros; de este punto original donde, sin duda, la obra se pierde, que siempre desmantela la obra […] ese punto donde ella es puesta a prueba del imposible4. Es ese mismo punto que Lacan señaló: la publicación de Finnegans Wake constituyó un riesgo de colapso para la literatura misma; Despertarla, es precisamente firmar que él quería su fin. Corta el aliento del sueño […]5. Beckett quizás nos enseña que, frente a lo innombrable, el silencio no será una salida válida, denunciar la impotencia de las historias tampoco, sino la respuesta de aquel hombre que realizó la experiencia de haber estado tan cerca del umbral en donde todas las palabras se sueltan y se desintegran: seguir. […] es menester seguir, no puedo seguir, es menester seguir, voy pues a seguir, hay que decir palabras, mientras las haya, hay que decirlas, hasta que me encuentren, hasta que me digan6.


¹ Lacan, J. (1978) Lacan por Vincennes, Revista Lacaniana n° 11. Buenos Aires, Ed Grama.
² Lacan, J. (1973) .El Seminario, Libro 21, Los no incautos erran, clase del 11 de diciembre, inédito.
³ Beckett, S. (1966).Lo innombrable, Barcelona, Ed. Lumen, pp. 83 y 84.
4 Blanchot, M., El libro por venir (la traducción es nuestra).
5 Lacan, J. (2012). “Joyce el Síntoma”, Otro Escritos, Buenos Aires, Ed. Paidós, p. 596.
6 Beckett, S. (1953).L’Innommable, Francia, Ed. Les Éditions de Minuit, op.cit., p.102.