Octubre de 1967

Por Graciela Esperanza
AP EOL-AMP
Directora del IOM2
Directora del CID Bariloche
Médica Psiquiatra

El cruce del psicoanálisis en intensión y en extensión, a partir del uso del plano
proyectivo y sus tres puntos de fuga en co-pertenencia con los tres registros: Real,
Simbólico e Imaginario, es la línea de partida para pensar temas que, en primera
instancia, aparentan ser exteriores al psicoanálisis. Es una puesta a punto para
interrogar y resituar alrededor de una figura topológica las relaciones del
psicoanálisis con el “exterior” y con la ideología que el psicoanálisis en extensión
acumula.
El uso del plano proyectivo y sus tres puntos de fuga virtuales en movimiento, por
las propiedades mismas del plano proyectivo, dará lugar a un tipo especial de
anudamiento entre los planos en extensión y en intensión que no suturará la
hiancia inherente a éste último, léase: “no hay saber asegurado en relación a qué
es un analista” y “no hay la clase en extensión de los analistas”. Vale decir que, el
anudamiento así concebido no solo asegura dicha hiancia, propia de la intensión,
sino también agujerea la extensión. Son las condiciones, para Lacan, necesarias
para leer y concebir ese cruce, y para que esos tres puntos de fuga aseguren que
lo que concierne al psicoanálisis en extensión también llevará la marca de esa
hiancia. Es decir, la hiancia insuperable entre la teoría y la práctica.
Esta presentación del plano proyectivo impactará sobre dos postulaciones que se
revelan insostenibles e impotentes a la hora de pensar el punto del horizonte del
psicoanálisis; es decir, su modo particular de tratar lo ex y de anudar lo in a lo ex,
en tanto tenemos frente a nosotros la dificultad siempre presente, y que Lacan
sostuvo todo el tiempo con un esfuerzo inagotable, de pensar y re-pensar la
relación no solo del analista y la escuela, la del analista y el psicoanálisis, sino
también la del analista y lo acuciante de la época que le toca atravesar.
Esas dos postulaciones son:
a) Que el psicoanálisis en intensión o extensión son dos instancias separadas que
no se cruzan. Una da cuenta de una cosa y la otra de otra, que se reducen a
lecturas sociológicas -o de otra índole- de ciertos fenómenos, y que harían creer
en el espejismo de un metalenguaje.
b) Que ambas instancias podrían recubrirse sin dis-coincidencia, que el “saber
textual” y el “saber referencial” podrían coincidir, cuando por el contrario hay que
situar cómo uno participa en el otro, al tiempo que se descompletan uno al otro: El
saber referencial no puede “saber qué es un analista” y al analista le falta la
“referencia”.
Desde una u otra postulación, la lectura que el psicoanálisis pudiera hacer de la
exterioridad solo contaría con un espacio euclideano que dejaría las cosas
atrapadas en la lógica del afuera/adentro, mientras que el auto atravesamiento del
plano proyectivo va a poner de relieve lo necesario de la noción de la extimidad.
Las tres exterioridades, como puntos de fuga de este texto: “La Proposición del 9
de octubre de 1967”, son la de lo Simbólico articulado al mito de Edipo; la de lo
Imaginario articulado a las identificaciones y a las sociedades analíticas; y
finalmente, la de lo Real articulado a los procesos de segregación.
La pregunta a hacernos podría formularse así: ¿Qué destino para los tres registros
y sus consecuencias para el horizonte del psicoanálisis si prescindimos de ese
particular cruce que asegura la hiancia en el saber?
Veamos el punto de fuga de lo Imaginario, que Lacan establece claramente
alrededor de la identificación como fenómeno de masa. El tratamiento euclideano
de este punto de fuga conduce inexorablemente a una identificación de las
Sociedades analíticas con la Iglesia y el Ejército, “Freud lo quiso así” ¹ .
Identificación imaginaria al líder o al Padre Ideal.
Esto no se reduce a un funcionamiento burocrático de las susodichas sociedades
sino que envuelve al análisis en intensión mismo, al plantearse su fin como una
identificación al analista como Ideal.
Entonces en relación al psicoanálisis en intensión resulta la identificación al
analista como Ideal, correlativo a su vez de haber prescindido del Edipo en lo
Simbólico.
En relación al psicoanálisis en extensión, ese punto de detención de lo imaginario
en el Ideal puede virar y -de hecho lo vemos en ciertos movimientos sociales-, a la
dialéctica erótico agresiva del espejo que arrastra en sí misma el filo mortal
presente en la dimensión especular, en la medida en que el único tratamiento
posible de la diferencia es aniquilarla, algo que se constata también en la
comunidad analítica.
De resultas de ese modo de tratamiento del cruce psicoanálisis en extensión y en
intensión, lo exterior se viste de inexistencia o extranjeridad, produciendo efectos
de segregación cuyo exponente máximo es el campo de concentración; que es la
puesta en acto de la abyección cuando lo abyecto del objeto no está puesto en su
función y queda oculto, como su reverso, tras la identificación al Ideal.
Lógica rigurosa que va del padre a lo peor ² y que, en el extremo de la exterioridad
intratable, da lugar al fanatismo. No debiéramos ni olvidar ni desentendernos de
lo que implican algunas frases que figuran en ciertos frontispicios, como aquella que
dice: “al enemigo ni justicia”; cuya denegación cínica resulta de creer que dos
campos pueden estar separados sin siquiera rozarse.
Una concepción como esta pone en riesgo el punto de horizonte del psicoanálisis
mismo, en la medida en que Lacan aspiró a fundar una garantía colectiva en el
psicoanálisis en intensión, sostenido en un anudamiento cuya lógica, al contrario
de la segregativa, se apoya en un agujero imposible de colmar, pero no sin su lazo
al psicoanálisis en extensión, ya que es en este mismo lazo donde se escribe y se
sostiene la hiancia.


¹ Lacan Jacques, “La proposición del 9 de octubre de 1967”, en Otros escritos, Paidós, Bs. As.,
2012, p. 275.
² Bassols, M., “Psicoanálisis en Intensión y en extensión. Los tres puntos de fuga”, en Freudiana
26, Barcelona, 1999, p. 32.