Sohar Ruiz
AP EOL-AMP
CID San Luis
En el principio fue la transferencia…
Si el aire bíblico impregna la frase que antecede, eso no es sin motivo. La
paráfrasis depende del primer versículo del Evangelio de San Juan que dice: “En
el principio fue el Verbo, y el Verbo estaba en Dios y el Verbo era Dios”. Para
nuestros fines, el despliegue del Otro está al principio pero él deviene de una
condición anterior: el amor de transferencia.
Al principio fue la transferencia es la respuesta que se da Lacan, cuando simplifica
la experiencia analítica en la “Proposición del 9 de octubre” en dos extremos, el
inicio y el fin. Propone que en el inicio está la transferencia y, en el otro extremo, el
fin del análisis a partir del atravesamiento fantasmático; es decir, la caída del
objeto, la deflación del deseo y la destitución del sujeto. Dejemos de lado el fin del
análisis para centrarnos en la transferencia.
Lacan la formaliza. Es por ella que el inconsciente freudiano, transferencial en el
decir de Miller, puede operar. Es por lo artificialidad de una suposición de saber
que el inconsciente se despliega como un campo de sentido y de amor.
Inconsciente y transferencia son el anverso y el reverso de una misma moneda
que le da valor a la experiencia. Del Uno de goce cerrado al Otro del saber puede
haber articulación. Si el pivote del análisis es el deseo del analista es porque él
posibilita despliegue significante por el paréntesis de la identificación que propicia
el escenario. Pero eso hay que verificarlo vez a vez.
En el principio fue la transferencia pero no todo el tiempo. En el Seminario de los
Cuatro Conceptos, Lacan plantea maneras de su liquidación: puesta en acto de la
realidad sexual del inconsciente por la inducción del analizante a la que es llevada
por yuxtaposición de Ideal y objeto. La distancia que entre ellos conviene es
introducida por el analista, pues la “espontaneida d” del inconsciente y el amor la
lleva a ese punto dramático.
En el “Prefacio a la edición inglesa del Seminario 11”, Lacan escribe: “Cuando el
esp de un laps, o sea, puesto que escribo sino en francés, el espacio de un
lapsus, ya no tiene ningún sentido (o interpretación), solo entonces uno está
seguro de estar en el inconsciente. Uno lo sabe, uno mismo.” Jacques Alain Miller,
en su curso El ultimísimo Lacan, observa que ello implica la disyunción entre
interpretación e inconsciente. Que en el inconsciente “se está” cuando el lapsus no
demanda de la interpretación, desarticula la interpretación del inconsciente, indica
que la transferencia se desvanece, que la conexión que ella implica cae. El esp de
un laps es suspensión del inconsciente transferencial y emergencia del
inconsciente real. “Uno lo sabe”, sanciona ese estar ahí, solo, sin conexión
intersubjetiva ni tampoco intersignificante. “Uno lo sabe ahí”, sin demanda de
interpretación, sin asociación. El “ser” del analista se desvanece. Si en el esp de
un laps queda en suspenso la asociación libre como la interpretación, él indica una
falla de la dimensión de la verdad sujeta al sentido y la demanda de interpretación.
Asociar e interpretar, sujetas a la transferencia, son un fallar. La urgencia es la
condición de la demanda. A ella el analista se hace partenaire. Demanda es una
urgencia de satisfacción que rebaza las palabras en las que ella se articula. Si la
demanda inicial es demanda pero rebasada por la urgencia a la que el analista se
hace partenaire, la falla está desde al comienzo. Pero también al final, en la
medida en que la transferencia cae. Entonces, la urgencia de satisfacción es
solidaria de la falla de la verdad. Hay que señalar que el esp de un laps, en la
medida en que es desconexión, en tanto no demanda interpretación, suspensión
por lo tanto de la transferencia, es ella emergencia de lo mismo. Por lo tanto, la
urgencia de satisfacción equivale a lo que hace agujero. Concluyamos: si la
transferencia es condición del inconsciente por la introducción de una suposición
artificial que se introduce, en la experiencia, orientada en el deseo del analista,
está destinada a caer en el fin pero también cada vez que el discurso del analista
opera por la permutación que va del SsS al objeto que cataliza su presencia.