por Gisela Smania
AP EOL-AMP
Córdoba
Son más bien las mujeres las que inventaron el lenguaje
Jacques Lacan, Conferencia en Ginebra
Uno de los principales axiomas que agitan el espíritu de nuestro tiempo es el de la lengua como territorio en disputa. Muchos de los movimientos que problematizan hoy su uso, encarnados principalmente por distintos colectivos de mujeres, reconocen allí el esfuerzo de subversión de un elemento alienante, una lucha más política que lingüística1. Esta perspectiva de época, sobre la que reposa además la paradoja ineludible entre inclusión y segregación, destaca un aspecto particular de la lengua, haciéndola jugar como un asunto común2.
La disposición a trastocar el orden del lenguaje con el uso de la lengua no resulta, sin embargo, una cuestión nueva. Un ejemplo valioso es el que Lacan nos acerca con “Las Preciosas”, a la hora de captar en ellas esa manera especial de afectar las palabras, dotándolas de una erótica y una exaltación capaces de interpelar decididamente los cánones culturales. Muchos años atrás, ya en la Grecia Antigua, sus precursoras, las llamadas Cleobulinas, jovencitas enfrentadas al espejo deformante de la burla3, encontraban en el acertijo y las adivinanzas, mientras hilaban, un margen de libertad para ejercer con su truco la palabra.
Estos ejemplos nos permiten advertir cómo la lengua no se deja enteramente apresar por el arbitraje, el afán de medida del lenguaje. Hay en la lengua algo que hace objeción al universal y su para todos. Es lo que llamamos con Lacan lalengua -escrita así, toda junta y en singular-, neologismo que subraya en el ser que habla algo que se juega más en su valor de satisfacción que en su intención de decir, de comunicar. Cada quien habla portando su exilio inaugural, ese que introduce el aluvión de equívocos de lalengua, su impacto, su prendedura4 contingente en el cuerpo.
Existe entonces, más allá de la puesta en común de lo que hacemos resonar en el lazo a las palabras, al mundo y las cosas, un núcleo de satisfacción irreductible, no colectivizable. Un toque de intimidad tal en el decir que traza con el cuerpo el litoral de un punto indecible. Algunos sujetos testimonian, a su modo, de esos momentos en los que se puede estar aliviado del parásito del lenguaje5. La hazaña poética, por ejemplo, empuja las palabras para emanciparse del sentido corriente, para producir efectos de afecto en el cuerpo.
¿Podemos ubicar algún tipo de afinidad entre esta hazaña de un goce indomesticable y el goce femenino?, advertidos de que éste no se reduce -como sabemos- a la feminidad, sino que a él pueden adscribirse tanto hombres como mujeres. Eric Laurent lo sitúa con todas las letras: Hay [para la mitad del universo que se enlaza a la rúbrica de este goce][…] un punto en que la palabra se calla, […] punto del cual nada se puede decir, en el que todas las palabras desfallecen. Ahí se articula un lugar paradojal que es el culmen, esencia de la palabra y su propio desfallecimiento6.
Tal vez, algo de lo que distinguimos como lo femenino se capte en ese espacio, en ese lapso en que las palabras parecieran por un instante respirar la chance de la invención.
¹ Kalinowski S, Sarlo, B. (2019)“La lengua en disputa”, debate en el arco de la Feria de Editores, en: https://www.youtube.com/watch?v=FVqopqV4XdM
2 Lacan, J. (2005) “Hacia un significante nuevo”, Seminario XXIV, “L’insu que sait de l’une-bevues’aileàmourre”, Revista Colofón N° 25, España. Edita FIBOL.
3 Vallejo, I. (2019) El infinito en un junco, p. 167, España: Ed. Siruela.
4 Lacan se sirve del equívoco entre ferrer, elle y faire réel, entre engancharse y hacer-real.
5 Laurent, E. (2001) “La disparidad en el amor”, en VirtualiaN° 2, Revista digital de la Escuela de la Orientación Lacaniana. Recuperado de http//www.revistavirtualia.com/articulos/760/destacados/la-disparidad-en-el-amor
6 Ibíd.