Litoral para lo imposible de escribir1
por Pablo Russo
AP EOL-AMP
Buenos Aires
“Estas frases mías balbuceadas
están hechas en el mismo momento
en que están siendo escritas”.
Clarice Lispector, Agua viva.
“Entre centro y ausencia, entre saber y goce,
hay litoral que solo vira a lo literal si pudiesen, a ese viraje,
considerarlo el mismo en todo instante”.
Jacques Lacan, “Lituratierra”, Otros escritos (pág. 25),2
tomando el poema de H. Michaux y hablándonos a quienes seríamos agentes de tal viraje.
“«Ningún objeto está en relación constante con el placer», escribió Barthes.
«Para el escritor, sin embargo, hay uno: la lengua materna.»
Pero ¿y si la lengua materna está atrofiada?
¿Y si esa lengua no es solo el símbolo de un vacío sino un vacío en sí mismo?
¿Y si la lengua está amputada?
¿Puede uno obtener placer de una pérdida sin perderse a sí mismo totalmente?
[…]Nuestra lengua materna, por tanto, no es madre en absoluto: es huérfana”.
Ocean Vuong, En la Tierra somos fugazmente grandiosos (págs. 43-4).
Un invento de Lacan para el Misterio del cuerpo hablante
Los universales negativos del psicoanálisis solo refieren a un imposible, sobre el que sabremos algo contingentemente. “No hay …” …goce del Otro –al que se pueda acceder entre los cuerpos–, hay Uno, Una-equivocación o más aún de lo Uno –del goce o del trauma de goce más íntimo/éxtimo– inaccesible al sentido; no hay proporción sexual, hay el síntoma –error-errar singular, base de nuestra clínica y de nuestra política–; no hay El sentido último para el Misterio (por ejemplo femenino), hay significaciones más o menos sufrientes y en ocasiones, invención, y en ocasiones, letra poética.
Subrayando siempre que los seres hablantes, tanto hombres como mujeres –y tengan la posición sexuada y la elección erótico-amorosa que tengan–, cuyas vidas giran alrededor de un centro disarmónico fundamental respecto al goce sexual –por lo cual se define que es imposible escribir la relación en tanto absoluta, lograda, más allá de los encuentros o lazos efectivos–, Lacan no ha cesado de buscar una escritura –y de intentar extraer las consecuencias– de dicho centro hecho de ausencia. No alcanzamos con el lenguaje a nombrarlo o definirlo, sólo en ocasiones ‘algunas’ (y aun, tal vez menos, ‘algunos’) solo habrán sabido que han experimentado un goce más allá de las coordenadas fantasmáticas o fálicas y que no pueden decir nada más de ello; lo que no excluye la posibilidad de la angustia ni la de la escritura.
En un núcleo permanente de su enseñanza, Lacan resitúa el enigma freudiano irresuelto sobre la femineidad, sobre todo a partir de sus progresivas orientaciones hacia un más allá tanto del falo, del padre, como del fantasma. Le dedica gran parte de su Seminario 20, Aún (cuyo título es ya otro intento de nombrar ese inalcanzable) a una propiedad fundamental o principal que puede habitar lo femenino: un goce adjetivado de tal, inconmensurable, situado en un más allá del significante, suplementario. Y allí propone, para intentar definirlo –puesto que es imposible–, una lógica paradojal, la del no-todo o del conjunto abierto, que se caracteriza por carecer de una excepción que lo ordene y clausure. Por lo cual ‘todas’ las que se ubiquen allí, cuando suceda, contingentemente, serán excepcionales, no-todas en el indeclinable una por una y en su goce desdoblado entre centro y ausencia. Y todo este abordaje, ya de formalización lógica, es un intento de escritura y quizás podamos pensar el “no-todo” como un invento escrito (luego del objeto a y antes del síntoma como real o del sinthome), para lo femenino o incluso femenino, de Lacan.
Escritura (letra) para el agujero en el saber
De modo análogo a su lógica para responder al no hay, su investigación sobre la posibilidad de una letra que escriba lo imposible de escribir, lo que no está “escrito” en el inconsciente –no más que en huellas o trazos de huellas borradas y sus destellos sobre superficies nevadas y brumosas o sobre la página en blanco– se remontan (como muy tarde) a su “Instancia de la letra en el inconsciente…”, donde comienza a situarse la no correspondencia entre significante y significado y que, por lo tanto, no se atrapará “Eso”, “el núcleo de nuestro ser” –que no conocemos y en parte se puede mostrar en nuestros síntomas–, “esa frontera entre el objeto y el ser que parecía señalar su límite”.3 Pero seguramente puede decirse que esta búsqueda (clínica), en una enseñanza cada vez más orientada hacia y sobre todo por lo real, atraviesa gran parte de su recorrido.
Así como ya había tomado el poema de Antoine Tudal en “Función y campo…” para vislumbrar las resonancias del lenguaje más allá de la palabra,4 por ejemplo, en El Seminario 3 muestra también un esbozo del zumbido o murmullo del lenguaje –anticipando lo indescifrable en tanto que no escrito e indecible– enigmático respecto de la significación subjetiva que deja huella (trazo) a extraer –anticipando la dimensión de lalengua–5, y agregando que “La poesía es creación de un sujeto que asume un nuevo orden de relación simbólica con el mundo”.6
Retomando y relanzando –o extendiendo– la feminización que produce la carta/letra (vía el mensaje enigmático o esclarecedor que contendría el objeto misterioso, deslizante, casi invisible vislumbrado por Poe), será con “Lituratierra” –dando aquí un gran salto en su enseñanza– que comienza en Lacan una localización cada vez más precisa de un uso estético del síntoma para la escritura de la no-relación sexual, vía lo innombrable en lalengua del goce singular. Escritura, de producirse, que proviene de resonancias en el cuerpo –retroactivamente ‘acontecimientos’– tanto como las/los produce.
¿Cómo el psicoanálisis puede “hacer agujero”, poniendo el “saber en jaque […] figura en abismo, lo que no significa fracaso del saber”, hacia la escritura como singular erosión del significado, para que “se transformen allí nuestras palabras” en un efecto de discurso que no sea meramente del semblante? Propone ya allí –en “Lituratierra”– para este hacer agujero: “… la letra [como] lo literal que hay que fundar en el litoral [en tanto] algo distinto de una frontera. […] El borde del agujero en el saber, que el psicoanálisis designa justamente cuando lo aborda, con la letra, ¿no es lo que ella, justamente traza?”.7
Esta orientación no solo se va precisando en la última enseñanza de Lacan sino que, incluso para pensar la experiencia analítica, su final posible y la interpretación, se va dirigiendo a la escritura poética, en tanto apunta a los límites del decir.8 Lo que ya aparece esbozado en “La función de lo escrito” de Aún, donde, con la nueva definición del inconsciente como elucubración de saber sobre lalengua y ya con Joyce (en quien “el significante viene a rellenar como picadillo el significado”), Lacan no es para nada enigmático: pues “Lo bueno de cualquier efecto de discurso es que está hecho de letras. […] –y leyendo a Joyce, que precisamente no es legible– …verán cómo el lenguaje se perfecciona cuando sabe jugar con la escritura. […] En el discurso analítico, se trata siempre de lo siguiente: a lo que se enuncia como significante se le da una lectura diferente de lo que significa. […] ustedes suponen que el sujeto del inconsciente sabe leer. Y no es otra cosa, todo ese asunto del inconsciente. No sólo suponen que sabe leer, suponen también que puede aprender a leer. Pero sucede que lo que le enseñan a leer no tiene entonces absolutamente nada que ver, y en ningún caso, con lo que ustedes de ello pueden escribir”.9
Lo femenino en busca de lalengua –siempre queer, trans, no binaria
Es desde este marco, y para una nueva interrogación sobre lo femenino, que resulte tal vez hoy una cuestión central (o entre centro y ausencia) pensar e intentar sostener que la letra es “femenina”, por varias razones a las que intento aquí acercarme, pero en principio en tanto desde el vamos se diferencia del significante, siendo de otro registro. Como ya lo define claramente también en “Lituratierra”: “La escritura, la letra, está en lo real, y el significante, en lo simbólico”.10
La siguiente cuestión sería situar al arte o, quizás especialmente, a la literatura y en particular a la poesía (o letra poética), como inventos que muestran la relación, en singular, de la letra con lo femenino (en un uso poético del lenguaje y las resonancias de la lengua, como del desbarrancamiento o “abarrancamiento” del sentido incluso produciéndolo) y presentar ciertos ‘ejemplos’ con un poema de Estela Figueroa, algunas resonancias poéticas de Idea Vilariño y ciertas pinceladas de la escritura –tan singular como joyceana, y poética aunque se presente en prosa– de Clarice Lispector.
Lo que concluiría este abordaje sería ir pescando en qué las dos anteriores (la letra como femenina y como poética) alcanzarían o morderían algo de lalengua. ¿Cómo lo más singular de la relación entre los sonidos de la lengua oída y que nos ha hablado y el cuerpo como sustancia de goce a la que habrá que inventarle una elección sexuada,11 testimoniaría de trazos a los que llamamos de ‘femeninos’? Y presentado así, ya ese laleo o farfulleo singular, sin un sentido atrapable por los códigos del lenguaje, tendría no solo algunas conexiones o vecindades con lo femenino sino con aquello que la letra intenta escribir. Incluso sería directa o literalmente su ‘tejido’ en tanto Lacan definirá la letra como presentando la materialidad misma del significante.
Tomando cómo claramente lee esta dimensión femenina de la letra –por ejemplo– Miquel Bassols en su libro Lo femenino entre centro y ausencia –y en varias conferencias afines– así como los ejemplos que toma, me parece que hay escrituras estéticas o poéticas “femeninas”, especialmente bricoladas por mujeres –pero no necesariamente, en todo caso por la relación al goce y no por la biología–, que podrían hacer pensar en lo que se muestra allí –de lo femenino como de lo singular, en tanto goce indescifrable– como “trans”, incluso como lo único o lo más trans, en el sentido de trans-género, incluso trans-literal o trans-lingüístico: no atrapable por ninguna codificación o clasificación que implican la idea del/de los género/s (incluso artísticos o literarios), más allá de ello/s.12 Y por todo esto, más cercanas, la letra como la poesía –o las escrituras poéticas ‘femeninas’–, a la dimensión de lalengua.
En este sentido, los ‘ejemplos’ tomados aquí permitirían pensar lo femenino de la letra anudado a la poesía o a la poética de una invención singular que va más allá de toda posición sexuada y que solo podría alcanzar un efecto de litoral con lo real apoyándose en lalengua.
Podría afirmarse, entonces, que lalengua es al lenguaje, como la poesía es al sentido o a la ficción –siempre atrapados en las metáforas posibles para el campo de la significación–, como lo femenino –incluso el no-todo/a– es al género, siempre ordenado –aun en las rebeldías o ‘distancias’– por el goce fálico y por lo tanto por el significante.
En estos opuestos jamás complementarios –a lo sumo suplementarios cuando no conexos desde la idea para el amor lacaniano o real del Seminario 21–13, la letra –del lado de la escritura y la nominación del sinthome– en tanto litoral con lo real, quedaría del lado de lalengua, de la poesía y de lo femenino. Lo cual se articulará con la ambición de Lacan de situar a la práctica analítica –a partir de su “función de lo escrito”, ya citada– entre la lectura y la escritura, perteneciendo a esta última la operatoria reservada al campo de la letra (no para ser leída), y, si comenzamos a orientar a/por lo real la práctica de la interpretación, perteneciendo la lectura al campo de la poética –al menos de los equívocos con la lengua para hacer resonar otra cosa que el sentido–.
Lenguas poéticas
Leyendo Bassols el cuento “La página en blanco” de Isak Dinesen (Karen Blixen teniendo que trans-vestirse o trans-figurarse como varón para escribir y ser publicada/leída) como “uso muy singular de la letra”, plantea que “la femineidad misma tiene esta función de hacer presente el agujero en el saber sobre la sexualidad [el sexo, quizás, incluso o más bien], de dibujarlo, recortarlo y enmarcarlo como una página en blanco, hasta hacer de lo femenino una letra, la letra misma del lugar de la femineidad”.14
Hay que tener muy en cuenta que, además de la escritura y en particular de la poética (que fue tomando desde lo femenino de Duras, la escritura poética china o la neológica de Joyce –que Recalcati ubicaba como la estética de la letra–) Lacan toma a ambas, el no-todo-a y la escritura poética, para pensar la orientación última de nuestra práctica –entre el efecto de sentido y el efecto de agujero–15. Del mismo modo que se podrá plantear la lógica fundamental de un análisis lacaniano a partir de la invención poética, pues el fin de análisis llevaría a inventar –como solución sinthomática singular– el propio poema,16 en tanto el sinthome sería un escrito, una letra, que hace litoral con lo real.
Sin interpretar ni a las obras ni a las artistas, para pasar a ellas vale situar que hay una distancia –estética, sintomática o de un fin de análisis– entre lalengua y la escritura, y que la letra hará litoral entre ellas, yendo al lugar del significante que falta en el Otro, que señala su inexistencia.
Un poema de Estela Figueroa, algunas resonancias literarias-corpóreas de la poesía de Idea Vilariño, o –por tomar solo uno de sus más inclasificables escritos– detalles de Agua viva de Clarice Lispector (entre otros/as que tomo aquí o se podrían tomar), me parecen claros ‘testimonios’ que, sin embargo, no por su más allá o más acá singular dejan de situarse como “femeninos”, tanto por tratarse de escrituras de mujeres pero aún más por lograr “decir” o escribir, por instantes y poéticamente, algo de ese misterio inatrapable.
En su libro A capella, de 1991, Figueroa, en su poema “La enamorada del muro”17 (cuyo descubrimiento, como luego de su obra, debo a una lectura filmada y posteada en Instagram de la coterránea y también genial escritora Selva Almada) nos enseña con su letra/escritura:
I/ La enamorada del muro/ no sabe cómo es el muro/ pero seguro siente su
humedad/ cuando ha llovido./ Su aridez/ en tiempo seco./ La enamorada del
muro/ depende del muro./ A él se aferra./ Si el muro se cae/ ella se desparrama/
como una cabellera sin cabeza.
A veces es tímida/ y cubre solo la base/ como una mujer arrodillada/ que abraza
las piernas de un hombre./ Y a veces –qué deseo/ y qué orgullo caben en ella–/
cubre no solo el muro/ sino toda la casa.
II/ Todo amor nace/ a partir de una pequeña confusión./ Nadie puede decir con
certeza/ si es el muro el que sostiene a su enamorada/ o es la enamorada/ la que
sostiene el muro./ Y todo amor crece/ a partir de pequeñas carencias:/ La
enamorada del muro no florece./ Tampoco el muro.
III/ Visto desde afuera/ la impresión general es de una gran belleza./ ¿Pero quién
puede alejarse para mirar/ cuando está enamorado?/ El muro no ve el hermoso
conjunto./ Ve pequeños tentáculos/ que se clavan en él./ La enamorada ve el muro
descarnado./ “Él es el hueso que me da forma./ Yo soy la carne que le da vida”.
El muro lenguajero que Lacan tomó (por segunda ocasión) del poema de Antoine Tudal18 y que obstaculiza el encuentro entre ‘hombres’ y ‘mujeres’ –usando el lenguaje para aún llamarlos así–, muestra la imposibilidad de hacer existir la relación sexual que como unión complementaria no se escribe para el ser hablante. Hay, sin embargo, algunos símbolos –en ese a-muro– que ordenarían y regularían los abordajes del objeto en el campo del Otro, permitiendo los encuentros que llamamos fantasmáticos, y que la contingencia y el encuentro entre los síntomas o alguna invención singular pueden por momentos hacer fracasar –tal vez deba pensarse como el contingente encuentro de dos invenciones con el irremediable entre de conexidad que tanto los liga como los separa.
De la singular lengua poética de esta argentina, entrerriana y contemporánea (no muy conocida como suele suceder con la poesía) se desprende o resuena algo del modo de amar de una mujer, en tanto la enamorada logra transmitir –escribiendo al amar y al amor, como en la carta/letra– su manera no-toda de arreglárselas con dicho muro, incluso de amarlo, abrazarlo, embellecerlo y quizás, en ocasiones, de agrietarlo peligrosamente.
Respecto del encuentro contingente del amor o de los amantes, podría tomarse por ejemplo el poema “Amor a primera vista” de Wislawa Szymborska, pero el modo Figueroa de articular en su poesía lo femenino con lo oscuro y quizás también con la muerte (no tan presente aquí y que recuerda en algo a Alejandra Pizarnik) resuena con ciertos rasgos y ecos siempre actuales de otra latinoamericana, la singularísima poeta uruguaya Idea Vilariño.
Cuando leí la Contratapa del ya extrañado Juan Forn19 –al poco tiempo de morir Idea–, impactado, comencé a buscarla. La crónica/semblanza de Leila Guerriero20 y la lectura conmocionante de sus “Poemas de amor”, especialmente el inolvidable “Ya no” (tanto por Forn como por Guerriero citado), produjeron un puñetazo en el pecho, en el alma, cuyo acontecimiento sigue allí.
Idea regala constantemente una estetización magistral de cómo las palabras simples y comunes, ya transformadas en y por el poema, aún para hablar del amor o de lo femenino y sus experiencias, pueden cobrar variados nuevos otros sentidos y resonar en diversos cuerpos. ¿Quién podría leer “Ya no” y no temblar?
Además de dedicarse a muchos campos (como traducir a Shakespeare) y de un compromiso político-social que junto con su uso breve y quirúrgico de palabras del lenguaje cotidiano le valieron una popularidad poco común para una poeta, Juan Gelman, para decir que en sus poemas Idea se presentaba desnuda o en carne viva, la definió como “una palabra de hueso a la intemperie”.
Vaya solo (como se dice) un botón o una perla: “Y qué”
Tomo tu amor/ y qué/ te doy mi amor/ y qué/ tendremos tardes noches/ embriagueces/
veranos/ todo el placer/ toda la dicha/ toda la ternura./ Y qué./ Siempre estará faltando/ la
honda mentira/ el siempre.21
Finalmente, en este breve e incompleto muestrario, la siempre inclasificable Clarice, siempre extranjera –de todo, del Todo, del mundo más que de sus orígenes ucranianos o de su voluptuoso Brasil–, que era capaz de comenzar un libro22 con un espacio y una coma [ “ , estando yo tan ocupada…”] como continuando o llegando de algo que no se sabe qué es ni de dónde viene, y de terminarlo con dos puntos que no se sabe a dónde conducen [“… estaba sufriendo de vida y de amor, yo pienso lo siguiente: “], quien sabía que “escribir es […] intentar reproducir lo irreproducible”. Lispector buscaba incesantemente el instante del encuentro tanto como el de su fuga, intentando atrapar –con ficciones pero con un estilo tan poético como imposible de encasillar– un misterio que se resistía a revelarse, lo que no la amedrentaba para volver a intentarlo. Hay innumerables trabajos desde la crítica literaria y diversos campos de abordaje que intentan situarla, explicarla… y siempre asumen el fracaso: que no haríamos más que –con ella– girar todo el tiempo alrededor de su instante inatrapable.
En, por ejemplo, Agua viva, donde escribe a un amor o al amar, buscando atrapar el fulgurante misterio que siempre se escapa y en que dicho amar se escribiría, en un discurrir que no es prosa ficcional sino más bien poética, que es más que una carta de amor, que no es cuento ni novela, ensayo ni poesía, en sus formatos tradicionales, dice, escribe, encarna, poetiza: “Tengo que destituirme para alcanzar el núcleo y la simiente de la vida. […] El instante es simiente viva. […] La armonía secreta de la disarmonía: quiero, no lo que está hecho, sino lo que tortuosamente se hace todavía. […] El género ya no me atrapa más”. Y, a la vez, define con lucidez lacaniana lo que para ella es “eso” que hace: “Escribir es el modo de quien tiene la palabra como carnada: la palabra pescando lo que no es palabra. Cuando esa no palabra –la entrelínea– muerde la carnada, alguna cosa ha sido escrita. Una vez que se pescó la entrelínea, se podría con alivio desechar la palabra. Pero ahí cesa la analogía: la no palabra, al morder la carnada, la incorporó. Lo que salva entonces es escribir distraídamente”.
Aunque correspondería, y conozco bastante esa bella y musical lengua, no me siento con las herramientas suficientes para traerla y extraer algunos pliegues directamente del portugués, pero retomando el epígrafe sobre la posible orfandad y hasta agujero en la lengua materna, sabemos que en buenas traducciones algo de lalengua pasa trans-linguísticamente entre o más allá de las diferentes lenguas. Y así podemos leer a Joyce o a Emily Dickinson, Tsvietáieva o tantas/os otras/os y alcanzar a percibir sus resonancias de lalengua en el lenguaje.
Volviendo al ejemplo Lispector, aun cuando no escriba poesía, puede decirse que era poeta por su ruptura permanente, no acomodándose a ningún formato o género gramatical ni literario, por su equilibrismo permanente entre un borde y el abismo, lo que le valió (junto con Guimarães Rosa) el calificativo de joyceana, a partir del cual, por ejemplo, Eric Laurent en un par de ocasiones la nombró, a partir de la función de su escritura, –al modo de Lacan con Joyce– como sinthome.
Lecturas distraídas, residuales
Más acá de pretender “leer” en estos ‘ejemplos’ un par de palabras-significantes –en busca de significantes “nuevos”, neológicos, nunca universales ni siquiera particulares– como singulares y novedosos inventos que darían cuenta de lo que en los testimonios de fin de análisis pensamos como la escritura del Uno solo, que no hace cadena ni espera ser descifrado ni leído, sino –como lo piensa en el Seminario 24 en tanto lengua encarnada sin ninguna especie de sentido– para atisbar algo de su modo (y especialmente femenino) de abordar el agujero, de escribir lo imposible de decir.23 Y “no para ser leído” como situaba Lacan a lo escrito (incluso a sus Escritos) sino para extraer –como lo hace Bassols– que “tanto el psicoanálisis como la literatura son dos modos de abordar lo indecible, de hablar [decir] y escribir a partir de aquello que no se puede decir ni escribir” designando “el lugar de enunciación que no se puede reducir a ningún significado” sin intentar ni poder significarlo, para disfrutar de leer sin comprender.24
También es preciso señalar que es más habitual recordar o citar a escritores-poetas ‘hombres’ y, para estos temas, a los poetas místicos, como acceso ‘femenino’ por lalengua a una letra para lo indecible –logrando que por un instante o en un verso lo que itera cese de no escribirse. Lacan –además de a Michaux y a Tudal, y a los Antiguos o Clásicos– ha tomado al “je me deux/me duelo del dos” de Apollinaire –con Duras y su solución femenina al amar por el “ser de a tres”25– y de otras lenguas que no eran su lengua materna, al “Contracanto” de El loco por Elsa de Aragon (que lo conducirá en el “en ti más que tu…” a un amor vaciado de objeto) como a los románticos tormentosos alemanes o a los malditos estructuralistas rusos, etcétera. No teniendo conocimiento de la poesía uruguaya actual,26 quizás haya que zambullirse en las letras poéticas de un ‘varón’ brasilero, contemporáneo de Clarice y de Idea, Manoel de Barros,27 quien por su uso estetizado y poético del lenguaje (y por lo tanto uso ‘femenino’ de la letra), o más bien de sus desechos o residuos, que vía sonidos de la infancia e inventos neológicos (su lalengua) le permitirían un singular acceso al silencio o a los murmullos del lenguaje nunca antes escritos, reinventando su historia e inventándose en la misma escritura.
O vaya como epílogo, para encarnar –deslenguadamente– lalengua poética femenina, estas letras de la muy actual (más aún que Figueroa) y bien singular val flores: “Hacer cuerpo en la experiencia de escritura, una intimidad que se arriesga, una palabra que se abandona, como un pasadizo secreto a nuestras ensoñaciones sin duelo, porque no hay gesta poética en unas palabras que se resisten al deseo. […] Porque cada piel exige un idioma… de plumas, de sauces, de silencio, de arena, de estrellas, de uñas, no para entender, sino para saber la longitud de la llama…”.28
¹ Desarrollo a partir del artículo “Misterio, enigma e… invención”, Enlaces Lecturas online Nro. 26, en https://www.revistaenlaces.com.ar/wp-content/uploads/E26-11-pablo-russo-misterio-enigma-e…-invencion.pdf; de las clases dadas en el Seminario de Enlaces “Invenciones en la sexuación”, sobre “Un hombre ama como una mujer o no ama / Escribiendo al amar” (5-7-21) y sobre “Lo femenino” (2-8-21); y del aporte a la dupla para las 30 Jornadas anuales de la EOL, coordinada por Mónica Torres y Christian Ríos: “Lo femenino, el lenguaje, lalengua”.
2 También y centralmente citado por Miquel Bassols en su libro, tomado aquí, Lo femenino, entre centro y ausencia, Grama, Buenos Aires, 2017, en especial al inicio y en pág. 206.
3 Lacan, J., Escritos 1, “La instancia de la letra en el inconsciente…”, siglo veintiuno, Bs. As., 1985, págs. 506 a 508.
4 Lacan, J., Escritos 1, “Función y campo de la palabra y el lenguaje”, op. cit., apartado III, donde anticipa la insuficiencia del lenguaje, así como su estructura con un centro exterior en una topología del toro, hacia la que apunta el corte, etcétera, en la búsqueda de las resonancias de la interpretación al modo del dios del trueno. El poema de Tudal volverá a tomarlo en Hablo a las paredes, para centrar su lectura en la no relación entre los sexos.
5 Lacan, J., El Seminario, Libro 3, Las psicosis, Paidós, Bs. As., 1988, en por ejemplo caps. VI, XI, XII y XIV, todas dimensiones –las tomadas como anticipaciones– que el loco, el místico y la mujer captarían mejor.
6 Lacan, J., El Seminario, Libro 3, Las psicosis, op. cit., pág. 114.
7 Lacan, J., El Seminario, Libro 18, De un discurso que no fuera del semblante, Paidós, Bs. As., 2009, pág. 109.
8 Especialmente en: Lacan, J., Seminario 24, “L’insu que sait de l’une-bévue s’aile à mourre”, inédito, clase del 17-5-77.
9 Lacan, J., El Seminario, Libro 20, Aún, Paidós, Bs. As., 1991, págs. 48 y 49.
10 Lacan, J., El Seminario, Libro 18, De un discurso…, op. cit., pág. 114.
11 En tanto inicialmente para el último Lacan –El Seminario 20– la libido sexual solo tiene color de vacío que se irá coloreando –como también toma M. Bassols en el libro ya mentado y que continuaré tomando
12 El goce singular, opaco, el de lo más éxtimo y real del síntoma, sin un sentido atrapable para el sujeto mismo, que se podrá inventar-escribir-nominar en el sinthome, se puede pensar –como lo ha hecho en muchas conferencias y artículos sobre estos temas mi gran amigo Fabián Fajnwaks– como lo más queer o trans que hay.
13 Lacan, J., Seminario 21, “Los no incautos y-erran”, inédito, clase del 15-1-74. He hablado y escrito en muchas ocasiones sobre ese amor “conexidad”, desde “Lo real del dos y los medio-decires”, en Torres, M., y Katz, L., Los nudos del amor, Bs. As., 1998, pág. 143, hasta la cita más reciente de Nota 23.
14 Bassols, M., Lo femenino, entre centro y ausencia, op. cit., pág. 170.
15 Lacan, J., Seminario 24, op. cit.
16 Solución sobre la que recientemente Mónica Torres publicó “Inventar el propio poema”, en Lacaniana Nro. 29, EOL, Bs. As., abril 2021, pág. 51.
17 Figueroa, E., El hada que no invitaron. Obra poética reunida 1985-2016, Bajolaluna, Bs. As., 2019, págs. 93-4.
18 Lacan, J., Hablo a las paredes, Paidós, Bs. As., 2012, pág. 108 o en págs. 107 a 114.
19 Forn, J., “Una mujer entera”, Página/12, Contratapa, 7 de agosto de 2009, en: https://www.pagina12.com.ar/diario/contratapa/13-129531-2009-08-07.html.
20 Guerreiro, L., Plano americano, Anagrama, Bs. As., 2018, “Idea Vilariño. Esa mujer”, págs. 50 a 79.
21 Vilariño, I., Poemas de amor, Acali, Montevideo, 1979, pág. 55. Podrían tomarse alguna versión musicalizada y muchos de sus poemas, como “Entre”, algunos de sus “Adiós”, “Cada vez”, en los que siendo inútil decir más, pudiendo callar, la pelea por decir continúa, pero quizás el más impactante –y así también lo recuerdan muchos– sea “Ya no” que, por su intensidad, dejo al deseo de quien se decida a buscarlo.
22 Aprendizaje o El libro de los placeres.
23 Y emulando uno de los primeros intentos locales de atrapar algo de eso en escrituras especialmente femeninas y además o también de mujeres, el libro de Liliana Bilbao Letras femeninas, iRojo, Bs. As., 2011.
24 Bassols, M., Lo femenino, entre centro y ausencia, op. cit., pág. 177.
25 Sobre lo que he escrito en “Piedra, papel y tijera”, Lacaniana Nro 7, EOL, Bs. As., 2008, pág. 175, y he retomado, para pensar el amor lacaniano en tanto femenino o real, en “De las marcas del amor o del (des)amor por las marcas”, ¿Podemos vivir en una civilización sin Dios? Segundas marcas, Vaschetto, Faraoni y Masino (Comps.), Xoroi, Barcelona, 2021, pág. 209.
26 Son valiosos testimonios los documentales de Tv Ciudad (2020) Mi poesía soy yo – Idea Vilariño, 100 años, que continúa al de Mario Jacob (1997) Idea –en el que habla ella– y, para quien quisiera buscar, aparecen
–en el primero– un grupo de jóvenes poetas uruguayas –con sus nombres en los créditos. En: https://www.youtube.com/watch?v=PMm2aO415NA y https://www.youtube.com/watch?v=KahxRa2tIak respectivamente.
27 Acaban de publicarse sus Memorias inventadas, traducidas por el poeta, traductor y colega José Ioskyn.
28 val flores, una lengua cosida de relámpagos, kekht, Bs. As., 2019. Joven, escritora y poeta, con una posición –en sus escritos y presentaciones– tan combativa como difícil de encasillar respecto de los movimientos de identidades y reivindicaciones ‘sexuales’ o ‘de género’, más bien, más allá de su vida privada como de sus activas ‘militancias’, no queriendo ser atrapada en ninguno y especialmente en su escritura nada convencional. Ella misma escribe y se escribe en minúsculas.