Entrevista a la Lic. Laura Corsi

Psicóloga
Directora de Capacitación y Evaluación de la Calidad Médica del Ministerio de Salud
de la Provincia de La Rioja

—¿Cómo entiende las respuestas sintomáticas de los niños al malestar en la
cultura hoy, y la marcada presencia del cuerpo en las problemáticas de la
infancia?

Es un tema de una amplitud que encierra muchas aristas. Por un lado, tenemos la
demanda de los padres y las derivaciones de los docentes, en su gran mayoría
vinculadas a los límites. Se trata de niños que pareciera que no comprenden un NO,
padres que no saben cómo decir NO, que no quieren que se angustien (o no toleran
la angustia, el enojo, la reacción del niño). El lugar que ocupa en la familia, el lugar
del padre, el lugar de la madre, la circulación de una Ley. Padres superados por
hijos de 3 años, pero en muchos casos y desde pequeños entregados a la
tecnología (teléfonos, tablets), maravillados por su uso, sin vínculo más que con un
objeto, sin la palabra, sin la mirada, que luego van creciendo y van adquiriendo el
lenguaje de distintos personajes (dibujos japoneses, música coreana). Se aíslan, se
encierran, quedan fuera de todas las normas sociales, encerrados en sus
computadoras. Hay un proceso de segregación. Hay un trabajo familiar que realizar
para regular esta relación del niño con las diversas pantallas, un descanso de horas
suficientes y un intercambio con los padres, que deben también dejar las pantallas
de los teléfonos. Se produce una confusión en los adultos en la gran incorporación
de información durante el día con el acceso a un mundo globalizado: el niño sabe
mucho. Pero también se plantea un interrogante sobre cómo educar a un niño hoy.
Hay soluciones diversas que ponen de manifiesto hasta la angustia de las
instituciones escolares, donde se expresa todo el tiempo la imposibilidad de educar
a los niños.

A esto se suma que ya, en muchos casos, los niños no son concebidos en el
matrimonio, sino con ayuda de la ciencia. Esto actúa sobre los significantes de lo
que fue la familia, los lazos familiares y sociales. Y vemos padres que vienen a trabajar su culpabilidad por la contradicción entre los ideales transmitidos por la
tradición y las nuevas constelaciones familiares que aún producen tanta confusión.
Lo cierto es que cada cambio social impacta en el niño. Desde el psicoanálisis
trabajamos en la particularidad, haciendo aparecer esa particularidad.

—¿Qué nos puede transmitir a partir de su experiencia sobre la tendencia a la
patologización y medicalización de la infancia?

Con el transcurso de los años hemos observado, en la demanda de atención de
niños, su reducción a un estatuto de organismo susceptible de adiestramiento,
intentos de homogeneización y clasificaciones individuales que cada vez ocasionan
mayor segregación. E. Laurent lo explica claramente: “en lugar de considerar un
síntoma, efectúan la reducción de la patología a trastornos individualizados,
especificados, el síntoma se diluye”, y así hay toda una industria de tratamientos
especializados. La presentación de los supuestos nuevos síntomas y la tentación en
algún lugar de saber hacer con el síntoma nos llevó a un poder hacer con todo, a
tener solución para todo.
Hoy vemos en las escuelas, en casi todas las aulas, a niños con tratamientos en
centros especializados en diferentes disciplinas, con maestras de apoyo, cada una
atendiendo un trozo del cuerpo del niño (el lenguaje, la prensión, el vínculo corporal,
la conducta). Los diagnósticos fueron mutando con el correr de los años:
hiperkinesia, problemas de conducta, dificultades en el lenguaje, déficit de atención
con y sin hiperactividad, síndrome de Asperger, trastorno de espectro autista, en
una gran cantidad de casos con medicación para el horario escolar, para el horario
de activdades extraescolares, para dormir. Se aplican test para determinar un
diagnóstico. El síntoma es singular. La historia de un sujeto es singular, la escucha y
el abordaje deben ser singulares.
Se ha generado casi una batalla entre una línea cientificista basada en los
resultados obtenidos por la biología y en la genética para invalidar todo abordaje
relacional inspirado en el psicoanálisis.

En realidad, se debería trabajar para que cada niño elabore con sus padres un
camino propio, y no en una solución única y hegemónica. Nuevamente cito a Éric
Laurent: “(…) afrontemos la angustia de la incertidumbre para no caer en las
tentaciones autoritarias del modelo único”.

El psicoanálisis no promete la curación absoluta del síntoma, sino la reducción de
los daños, transformándolo en algo más vivible para el sujeto.