por Javier Ponce
Médico pediatra
Jefe de sala de terapia intensiva pediátrica del Hospital G. Rawson. San Juan
Coordinador hospitalario INCUCAI
Actor. Clown
San Juan
Mucho se ha escrito acerca de la risa y la salud. Dentro de la medicina tenemos el vicio de medir los resultados dentro de la evidencia y las probabilidades exactas. Luego de más de 20 años viendo niños enfermos, me voy a permitir correrme de ese lugar para hablar desde la risa en el trabajo diario, y el ánimo afirmativo en cada mañana y en cada paciente y familia.
En un documental1, interpretado por Rowan Atkinson, podemos ver cómo los engranajes del humor no son complejos, si seguimos una de las premisas fundamentales, la de poner algo en un lugar distinto del habitual, normal o esperable; tenemos un gran punto de partida: hágase el ejercicio de tomar un gato dormido y colocarlo en su propia cabeza mirándose al espejo y notará cómo el humor, la comicidad se activa en su cerebro. El chiste pone en movimiento toda la maquinaria biológica. Nuestro cerebro secuencialmente va activando áreas, la corteza prefrontal se prepara ante el evento, cuando empieza la activación del chiste, se activa la amígdala y núcleo accumbens, se conectan con la corteza frontal y temporal buscando memoria, recuerdos, información de objetos. El cerebro empieza a construir y se prepara para el desenlace que será una risa mediante estímulos motores que parten del núcleo fazialis y llegan al tallo cerebral implicando en algunos casos también reacciones como deseo de orinar, por ejemplo. En la biología cerebral, la activación de regiones cercanas al área de Broca, donde se conjuga toda la información necesaria para disfrutar el humor, se la considera gimnasia cerebral que disminuye la incidencia de enfermedades degenerativas cerebrales, entre otros beneficios.
La risa es una manifestación de alegría y bienestar y, en definitiva, una descarga emocional que podría definirse como una reacción psicofisiológica. Tenemos datos de que la risa genera un impacto positivo en la salud, homologable a la actividad física. Es todo ganancia desde la reducción del estrés medido a través del impacto hormonal del mismo, así como la optimización de la función de las células “natural killers” implicadas en la inmunidad ante infecciones y los procesos cancerígenos. Si le seguimos poniendo atributos comprobados a la risa, reír libera catecolaminas, grupo de sustancias formadas por la dopamina, adrenalina y noradrenalina, capaces de potenciar el flujo sanguíneo, reducir la inflamación y acelerar los procesos curativos. También activa la liberación de neuropéptidos químicos, endorfinas y encefalinas, agentes supresores de dolor. Desde esta perspectiva, se genera la risaterapia que busca usar los beneficios de la risa en mejora vital. Hay dos tipos de risa principales: la espontánea y la artificial o ensayada; nuestro cerebro no distingue entre ambas, por lo cual, a través de ejercicios de desinhibición y usando la risa ensayada, se logran risas espontáneas potenciándose entre ambas. Se trabaja de manera grupal y los distintos integrantes van logrando mejores espacios de confianza y comodidad para poder lograr el binomio risa ensayada-risa espontánea, logrando los beneficios de ésta.
Por fuera de esta terapia, mi trabajo en terapia intensiva y quizá los años, me han llevado a entender la importancia del buen humor y la risa en el desarrollo laboral diario. Tener una actitud amena y sonriente brinda seguridad y calma a los padres y a los niños. La familia se encuentra inmersa en una situación de crisis vital; tener un hijo en terapia intensiva pone en riesgo toda la estructura afectiva y funcional familiar. Pone en jaque los planes, proyectos y tranquilidad familiar, por eso es una crisis. La figura del personal de salud es fundamental ante este evento. Dando por hecho la calidad técnica científica, un médico que sonríe, que es ameno, tendrá una mejor relación con la familia y eso, sin lugar a duda, dará resultados positivos para el pasaje por la crisis.
En mi pasar por el escenario como clown cada noche, escuchar las risas también es sano. Desde que era adolescente me subía al escenario, tuve la suerte de participar en varias obras ya de adulto y, luego de una pausa en los duros años científicos de mi formación médica, pude volver a actuar allá por 2006 en una obra de Claudia Piñeiro (Cuánto vale una heladera) y desde entonces me quedé cerca del escenario y de la terapia intensiva. Luego me encontré con el payaso, me vi saliendo de mi molde para poder jugar con más libertad. Volviendo a la idea de la cosa en su lugar no esperable, una nariz roja en un adulto con ojos maquillados y ropa particular, ya genera un ambiente de bienestar entre los invitados a la función. Genera curiosidad y se arma una red de complicidad y amor entre el público y el payaso. Nunca llevé al payaso a la terapia intensiva (formalmente con uniforme y nariz), pero, luego de un tiempo, es parte vital de uno y de a ratos se escapa y todo es más liviano cuando pasa. La sonrisa de una persona padeciente es una caricia al alma. Es un sistema de retroalimentación positiva que genera bienestar.
Los que trabajamos en salud deberíamos todos probar la experiencia de los escenarios. Es una muestra magnificada del impacto de nuestra actitud, de nuestra persona sobre los otros. Si hacemos un paralelismo con el trabajo diario en el padecer ajeno (elección que todos tomamos al decidir ser personal de salud) entenderemos que nuestra imagen, nuestro rol en la vida de las personas que padecen es demasiado importante, y desarrollar una habilidad como el humor y la sonrisa, es un gesto de amor que no hacerlo sólo demostraría una mezquindad humana de nuestra parte.
¹ Laughing Matters en https://youtu.be/x6YzhHi2S2Q?si=eN69qg-BlhnL0OqY
