EL DEPÓSITO, ACERCA DE UN ENSAYO FOTOGRÁFICO

por Chelco Rezzano
Fotógrafo
San Luis

“somos como somos,
no esperamos de los demás
lo ideal es para la sociedad
(¿qué?) ser como somos
Ahora (¿qué?)”

Escribe Dolores, paciente interna del Hospital Psiquiátrico Diego Alcorta de Santiago del Estero. (Dolores, parece que su nombre no fuese al azar).
Febrero de 1994, verano santiagueño, Gustavo Tarchini, desanda los laberínticos pasillos del hospicio, corredores que parecen diseñados para que la huella se pierda, para que la mirada no salga, pero que en algún momento irremediablemente el velo se descorre e interroga.

Fotos: Gustavo Tarchini

Para ver el ensayo competo y otros trabajos del autor
http://gustavotarchini.com.ar/principal/index.php

 

Las fotografías de Gustavo ponen sobre la mesa una particularidad del discurso fotográfico, una factura en dos etapas; en primer lugar, un diálogo entre sujeto y fotógrafo que se completa con el que ocurre luego entre obra y espectador, una especie de diálogo diferido, de diálogo consumado en dos tiempos, del que no podemos dejar de advertir que este proceso, como afirma Joan Fontcuberta, hay algo de azar y algo de serendipia.

El trabajo de Gustavo Tarchini se nutre de ensayos anteriores de otros autores que inevitablemente también ellos abrevaron de otras producciones(*), hay un hilo común que mantienen estos ensayos, aparte del uso del blanco y negro (casi imprescindible) y que las personas fotografiadas son pacientes alojados en instituciones que funcionan como lugares emblemáticos de reclusión (¿de depósito?), y es que desconocen la pretendida neutralidad de la imagen fotográfica, reniegan de esa falsa noción de objetividad mecánica del aparato fotográfico que sólo intenta negar la mirada. Ponen el acento en la autoría de las imágenes como forma de opinión.

No hay una puesta en escena en las fotografías del hospital Diego Alcorta, lo que sí hay son preguntas, ¿cuán cerca?, o cuán lejos se está de la locura, o ¿qué se quiere ver de la locura? Gustavo transita estos interrogantes desde un lugar que visibiliza el pabellón y que al mismo tiempo deja ver los rostros, los detalles de la ropa, las paredes destruidas, un punto de vista que acerca pero que no distrae. Al mirar esas fotografías, al completar ese diálogo diferido yo me pregunto ¿cuál es la distancia para tratar la locura, de qué lado están los locos?

Sólo una certeza: la fotografía genera más preguntas que respuestas.


Nota

(*) Junto a ese clima de apertura que a partir de la recuperación de la democracia comienza a respirarse, comienzan a salir a la luz ensayos fotográficos que abordan temas que habían permanecido ocultos, silenciados; dos de ellos, los desaparecidos y la locura.
Parte de una lista inevitablemente incompleta que focaliza en la locura son los trabajos de Sara Facio y Alicia D’Amico con el proyecto Humanario; Eduardo Gil en el Hospital Tomás J. Borda; Adriana Lestido en el Hospital infanto juvenil Carolina Tobar García; Marcos López, también en el Borda; Helen Zouten, en el pabellón de mujeres del Hospital Melchor Romero.

 


Comentario

Este texto pretende hablar de la locura desde lo fotográfico exclusivamente, no como
patología.
Puede señalarse que las imágenes pecan de anacrónicas, es cierto son de 1994, tienen 25 años, en realidad no he visto ensayos más actuales sobre los neuropsiquiátricos. Aún así elegí ese por varios motivos: es un trabajo contundente, está realizado en un hospital del interior por un fotógrafo del interior y además no pertenece a los ensayos de fotógrafos «consagrados»