EL ACTO EN LA ADOLESCENCIA O CÓMO NO ENLOQUECER EN ESE TIEMPO

por Deborah Trovarelli
CID Mendoza
ACEP

En la actualidad, en los servicios de Guardias que trabajan con adolescentes, asistimos a numerosas consultas en las que se pone en juego de diversas maneras “el acto”: actos violentos contra sí mismos o con el otro, conductas de errancias, consumos compulsivos de sustancias, intoxicaciones, estados de excitación severos, conductas de fuga, todas ellas manifestaciones más o menos extremas que en muchos casos comportan riesgo para sí o terceros.

Se constata, además, que muchas de estas presentaciones se ubican, en un primer momento, más del lado del acto sin historia que del síntoma a descifrar. Se trata de manifestaciones subjetivas que se acompañan de un rechazo a la palabra y al establecimiento de la trasferencia bajo la forma del sujeto supuesto saber.

Estos modos de presentación se pueden ordenar con una lógica que va del mínimo movimiento en el impedimento o la inhibición, al máximo movimiento del cuerpo en actos o acciones descoordinados del saber inconsciente en el acting out, el pasaje al acto y otras acciones (sin escena y sin dirección mostrativa al Otro). (López, 2014).

En muchos de estos casos se advierte que no se trata de desencadenamientos psicóticos propios de la pubertad o adolescencia, sino de diferentes modos de “enloquecimiento” de los jóvenes ante la difícil tarea que implica este momento de pasaje que P. Lacadée define, siguiendo a Víctor Hugo, como […] la más delicada transición. ¹

En ella se reactualiza para el sujeto el malentendido de su nacimiento, la transición como significante nombra el cambio marcado que experimenta el sujeto para continuar situándose en el discurso del niño, dificultad para encontrar palabras justas que digan lo que es él y lo que en él se transforma como efecto de la libido.

En la pubertad pone en juego el despertar de una forma de goce, frente al cual las respuestas infantiles no alcanzan, no hay significante en el Otro que pueda nombrar ese goce. El sujeto adolescente deberá inventar en ese tiempo otras respuestas.

Alexandre Stevens ubica la adolescencia como respuesta sintomática a la pubertad, una respuesta del sujeto a la libido y a cómo el sujeto se las arregla con el reencuentro del deseo sexual.

En muchas oportunidades, esta salida no se produce por el lado del síntoma, ya que no hay un consentimiento del joven a su posición de goce inconsciente en el fantasma. Al no responsabilizarse por su goce, se producen impasses. (López, 2014).

Para poder acercarnos a la comprensión de estos problemas clínicos con adolescentes, es necesario ubicar el cruce que se produce entre lo real del empuje pulsional, en tanto emergencia de goce en el cuerpo, y la declinación del Nombre del Padre tal como lo plantea Graciela Brodsky.

La pregunta que de allí se recorta es: ¿Hacia dónde se dirige el joven en la época del Otro que no existe, tal como lo expresa J. A. Miller, para tramitar este impacto de goce en el cuerpo y el encuentro con el otro sexo?

Al respecto, constatamos en los jóvenes una marcada “desorientación”: asistimos a la pérdida de ideales, la incertidumbre respecto del porvenir y una deflación generalizada del deseo. (Amadeo de Freda, 2016).

El debilitamiento del orden simbólico y los lazos tradicionales deja al adolescente atrapado en su propio goce. Ante la irrupción de lo nuevo en el cuerpo, y sin la posibilidad de alojarse en el Otro, el adolescente pierde el gusto por las palabras y prevalece el empuje a gozar.

Lacadée sostiene que lo que está en juego en la llamada crisis del adolescente es la relación del cuerpo con la lengua articulada; propone llamarla “crisis de la lengua articulada”, ya que el adolescente moderno rechaza el saber abreviado por la palabra de Otro. Esta no creencia se vislumbra en efectos de cierto desamparo, sin destinatario escogen ya no al Otro al cual dirigirse en el cual alojarse, sino a objetos o prácticas de goce que no pasan por la palabra.

Es a partir de allí que surge la cuestión del acto tan importante cuando el sujeto ya no puede articular su ser a la lengua del Otro. ²

Para concluir, podemos situar la doble vertiente del acto en los jóvenes: por un lado, se presenta como un modo de enloquecimiento y empuje a gozar, lejos de poder anclar en el campo del Otro y de la inscripción significante. Por otro lado, el acto sirve de salida al impasse de la relación al Otro, como solución a eso que se experimenta de lo imposible de decir y como tentativa de separarse del Otro en el rechazo a pasar por la palabra.

Desde el discurso analítico, estos actos no quedan reducidos a meros trastornos del comportamiento a ser corregidos o eliminados. La apuesta del dispositivo analítico sería la de alojar al sujeto adolescente en su singularidad, apostando a la lectura del acto y ofreciéndole al joven un lugar de conversación posible donde encontrar su propia fórmula. ³


¹ LACADÉE, P. (2017). Los sufrimientos modernos del adolescente. Buenos Aires. Ed. UNSAM, pág. 27.
² Ibídem, pág. 61.
³ Ibídem, pág. 67.


Bibliografía

– AMADEO DE FREDA, D. y otros (2016). El adolescente contemporáneo: Problemas clínicos. Icdeba. Ed. Grama.

– BRODSKY, G. (2016). Prólogo en Amadeo de Freda, D. El adolescente
contemporáneo: Problemas clínicos. Icdeba. Ed. Grama.

– LACADÉE, P. (2017). Los sufrimientos modernos del adolescente. Ed. UNSAM.

– LÓPEZ, G. (2014). ¡Lo que quema del cuerpo en la adolescencia! Revista Virtualia. Año XIII Numero 29.

– STEVENS, A. (2019). La adolescencia síntoma de la pubertad. Revista de Psicoanálisis con Niños Fort-Da. Número 13.