por Andrés Romero
CID Mendoza
“¡Nuevo Cuyo tiene rock!” decía un amigo y colega, mientras compartíamos algunas risas con un grupo que se había reunido en la puerta de un hotel después de la fiesta que daba por terminadas las 8vas. Jornadas Regionales.
Risas hubieron varias, al igual que chistes, versiones poco formalizadas de futuros pases, comentarios y también baile y algunos condimentos que dieron lugar a esas palabras espirituosas tan caras a nuestra práctica. Pero empecemos desde el principio…
Así como en la vida misma no se llega a ningún lado sin algunos arreglos que mantengan juntas las piezas, nos tocó en el viaje de ida reparar con una cinta de pegar algunas partes del paragolpe que sufrían del fantasma de fragmentación, y que bautizamos, en honor a Joyce, el “cint-homme”. Ello nos permitió llegar a salvo y a tiempo.
Tras un breve paso por el hotel, que nos prometía un rato en la pileta, que por cierto aprovechamos al día siguiente, nos dirigimos a la Universidad, donde esta vez resonaba otro discurso. Así fueron arrancando las Jornadas con una mesa de apertura a cargo de algunos colegas de la región y otros que nos visitaban de Buenos Aires, directores e interlocutores.
Para que los motores no se enfriaran, vinieron al hilo dos plenarias, a cargo de los queridos Ernesto Derezensky y Gerardo Maeso. Uno, anunciaba el fin del patriarcado, y el otro ponía sobre la mesa la crueldad en los lazos sociales.
¡Qué temas!
Y para el anochecer de un día agitado, la mesa que proponía conversar sobre la formación del analista… un clásico de nuestras Jornadas que siempre vale revisar, porque, sabemos, no hay recetas ni ingredientes que garanticen semejante práctica.
Al caer el sol del primer día, y con la presentación de las revistas Lacaniana, Resonancias e Intersección, dejamos el auditorio.
Sabemos que Lacan guardaba un lugar especial para el materialismo, y tomando su premisa, varios nos materializamos en la sede del CID San Luis para poner al cuerpo al corriente del entusiasmo acumulado, con algún vino y delicatessen que amablemente ofrecieron nuestros colegas puntanos.
Al día siguiente, algunos teníamos que levantarnos temprano para estar prestos a leer nuestros trabajos en las simultáneas (aunque no todos nos fuimos a dormir, y hasta las selfies indiscretas de algún actor formaron parte de las conversaciones en las mesas del trasnoche).
La mañana siguiente asomaba acusando recibo de la libido circulante. Mientras algunos, entre los que me contaba, salíamos apurados del hotel con alguna medialuna que alcanzamos a agarrar del desayuno, otros, a mi parecer más afortunados, se tomaban un ratito más y un juguito de naranja, aprovechando que podían demorar unos minutos el comienzo de la jornada.
Así transcurrieron las simultáneas, donde discursos, segregación, capitalismo, lazos sociales y otras tantas cosas tomaban forma en las mesas, acompañadas por llegadas, salidas, corridas a zambullirse a los divanes, vueltas a entrar, preguntas, charlas de pasillo, reuniones… En fin, las cosas en esta instancia se ponen un poco frenéticas, y en lo personal me tomé la libertad de intercalar un momento de distensión en la tan anticipada pileta del hotel.
Claro, no sin antes participar de la interlocución abierta, donde tuve el gusto de conversar con Guillermo Ricca, Doctor en Filosofía, sobre Tecnologías, Neoliberalismo y Subjetividades (temas que me encantan). Siempre es un gusto conversar con quienes no son de la parroquia, no sea cosa que la época se nos escape. Además, coordinó la mesa un gran amigo, Jorge Rodríguez de Villa Mercedes.
Terminadas las simultáneas, de vuelta al auditorio. Allí tuvieron, claro, su lugar esos adelantados que son los artistas, en este caso, músicos, actores y bailarina (nuestra colega Viviana Vallone nos prestó por un rato su talento).
Luego, Adriana Testa y Luis Tudanca nos hablaron de “El humus humano, una práctica del inconsciente” y de “El zorro enterrando a su abuela debajo del arbusto” (¡así como lo ven!) lo que dio mucho que hablar, aunque de solucionar el enigma… en fin, cada uno tendrá que inventar lo propio “y mejor si es una respuesta tonta”, dijo Luis, no sea que nos pase como a Edipo.
El encuentro se iba terminando, y vino el cierre, la entrega de premios por la mejor Selfie, y una mesa en la que, un tanto disparatadamente, algunos colegas contaron cómo nos habíamos preparado en cada lugar para las Jornadas.
Después quedaba la fiesta, y sobre esto sólo agregaré a lo dicho un título: parafraseando al viejo Hemingway: San Luis era una fiesta… ustedes podrán imaginarse.
Para terminar, un solo consejo, querido Lector: ¡Cuando el Psicoanálisis, cosa viva si las hay, se va de gira, no hay nada como estar ahí! Pero si esta vez te la perdiste, Mendoza te espera para las próximas Jornadas, y sé de buena fuente que queda mucho rock por repartir.