Adolescencia Instituciones

Gustavo Moreno
AP EOL-AMP
Cid Mendoza-ACEP

Parto de algunas ideas que se suscitan a partir de la práctica institucional en el ámbito
público de la Salud Mental. No pretendo compartir las vicisitudes de esa práctica, sino
reflexionar sobre el trípode conceptual que titula estas líneas para poder precisar una
posición posible para el analista. Escribí “adolescencia instituciones” en un
intento de marcar el movimiento circular que se produce cuando las instituciones
responden con la violencia de sus programas impersonales a la manifestaciones de
violencia en los adolescentes.
La violencia aparece como una de las manifestaciones privilegiadas en la adolescencia
para tratar, infructuosamente, la dificultad de inscripción en un Otro (inexistente) de un
cuerpo libidinal desbordado por la irrupción pulsional de la pubertad. Bassols realiza
una localización precisa del acto violento del siguiente modo: “Frente al malentendido
entre los sexos, frente al problema irreductible del goce del Otro como traumático hay
al menos dos vías (…) Uno es la construcción de un fantasma, que es una versión y una
respuesta al goce del Otro. El otro es el pasaje al acto violento, que pone en acto este
fantasma, atravesando el marco de la pantalla” ¹
En su conferencia titulada En dirección a la adolescencia, Jacques-Alain Miller articula
de forma muy interesante la complejidad de la elaboración que concierne al adolescente
hoy, cuando debe tramitar el impacto del empuje puberal en un contexto determinado
por lo que se ha designado “la inexistencia del Otro”. Enumera allí la presencia de: -una
procastinación de la adolescencia; -una autoerótica del saber; -una realidad inmoral (que
implica la degradación del Otro, del complot que deriva en una posición de
desconfianza a lo que de él proviene); -una socialización sintomática tendiente a
constituirse en fenómenos de masa (ubicando la sintomatología preeminente: el
alcoholismo, la toxicomanía, el binomio bulimia-anorexia, la delincuencia, los
suicidios); -la instalación de un Otro tiránico. En estas coordenadas debe inscribirse la
lectura de la conducta violenta en los adolescentes.
El acto violento convoca la entrada de la intervención del Estado. Más allá, de las
legislaciones inspiradas en los Derechos del Hombre, dicha intervención no deja de
inscribirse en la larga tradición jurídico-tutelar. El círculo entra en su último tramo
cuando, ante la impotencia para leer lo que no cesa de no escribirse en el acto violento
del adolescente, aparecen las prácticas institucionales que, en nombre del “interés
superior del adolescente” que actuó de forma violenta, disponen de ese cuerpo desde el
sadismo, más o menos solapado, que va desde el control físico a la irrupción de una
omnividencia que no da espacio a la privacidad. Son verdaderos programas automáticos
de procedimientos protocolizados que activan impersonalmente acciones de control y
dejan por fuera toda posibilidad de lectura de las manifestaciones agresivas.
Dice Laurent: “(…) ante falla de los semblantes, que se profundiza, sale a la luz un
doble deseo, según la ley de hierro del superyó. Por un lado un invasivo llamado a la seguridad y su corolario; la instalación de una sociedad de vigilancia con su panóptico
loco. Por otro, la fascinación para vivirse como una máquina finalmente liberada de
los semblantes.” ²

Evoco al mismo Laurent, en otro texto, en el que nos convoca a intervenir a contrapelo
de estas formas de la autoridad sin rostro para “construir estructuras menos crueles (…)
El objetivo de participar en estas instituciones menos crueles no es conseguir la cura
analítica para todos; se trata más bien de que sea posible para los sujetos, uno por
uno.” ³
 Para esto se hace necesario resistirse a la sugestión en que la prisa que imponen
los programas protocolizados nos sumerge, obteniendo una obediencia automática a una
autoridad sin localización 1 . Dicha pausa es requisito para abrir la espera necesaria para
que una lectura posible del acto violento acontezca.


¹ Sigo y recomiendo en este punto las reflexiones de Marcelo Barros en Obediencia sin autoridad: el sadismo nuestro de cada día, del libro
“Violencia y radicalización. Una lectura del odio en psicoanálisis”, Grama, 2016.
²En El orden simbólico en el siglo XXI. No es más lo que era, ¿qué consecuencias para la cura?, Grama, 2012.
³Laurent, E., Psicoanálisis y Salud Mental, Tres Haches, 2000.